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martes, 18 de enero de 2011

La enfermedad del consejero ejecutivo y la cotización de las acciones

El 2 de febrero de 2009 publiqué una entrada bajo el título La enfermedad como hecho financiero relevante. En ella trataba los efectos que habían alcanzado los problemas de salud del principal ejecutivo de Apple, Steve Jobs. Desde entonces, junto a la recuperación del propio Jobs, Apple ha seguido creciendo, hasta convertirse en una de las grandes empresas estadounidenses por capitalización. A ello se sumaba su éxito comercial, el de sus resultados y el incremento sobresaliente del valor de la acción.

Por desgracia, sobre todo para el propio interesado, parecen volver los problemas de salud de Steve Jobs. Hace unos días anunció que iba a retirarse de la primera línea para tratar su enfermedad y el fenómeno se ha vuelto a repetir: también la empresa se ha visto afectada por esa circunstancia, como lo evidencia la evolución de la cotización de la acción de Apple tan pronto como los mercados han reanudado la negociación después de conocerse la noticia. Dos crónicas expresivas respaldan la trascendencia de ese hecho a la vista de la evolución de la cotización durante la tarde de hoy. En El País, Miguel Jiménez relata que La salud de Jobs vale más de 15.000 millones para el mercado:



“Steve Jobs es el alma de Apple. Pocas empresas están tan ligadas a su primer ejecutivo como el gigante tecnológico de la manzana. Por eso, la primera reacción del mercado ante la nueva baja médica de Jobs fue de miedo, esto es, de ventas. Tras anunciar su decisión ayer, un día en que las Bolsas estadounidenses estaban cerradas, no ha sido hasta esta tarde cuando Wall Street ha puesto precio a la salud del jefe de Apple: 20.500 millones de dólares (unos 15.000 millones de euros)”.

También en Expansión se sigue la incidencia negativa de esa noticia: La baja médica de Steve Jobs desinfla a Apple en Wall Street. Esa crónica se ve acompañada por la carta que el propio Jobs remitió a los empleados de Apple explicando su decisión.

En la entrada de hace dos años reflexionaba sobre la crueldad que podía llegar a suponer que una persona comprobara que su enfermedad no sólo cobraba una significación patrimonial de primer orden, sino que además se veía convertida en objeto de un interés público extraordinario, en donde los aspectos personales cedían a favor de la implicación patrimonial de esa circunstancia para tantos accionistas e inversores.

Madrid, 18 de enero de 2011