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martes, 4 de enero de 2011

Crédito, confianza y transparencia


El Maestro Joaquín Garrigues utilizaba en su libro sobre Contratos bancarios (2ª edición, Madrid, 1975, págs. 37 y 38) el concepto jurídico del crédito como criterio de clasificación de esa categoría contractual. Partía de la etimología para decir que la relación entre el concepto de crédito y el de confianza no eran exactos, pues “es posible confianza sin crédito y operaciones de crédito sin confianza” (pág. 34). Sin embargo, desde una perspectiva general, esa relación parece cada día menos discutible. Tal sucede en el escenario de la crisis financiera, en el que no ya los clientes, sino las propias entidades de crédito se ven abocadas a esa situación en la que los problemas de financiación, se deben, en notable grado, a una desconfianza creciente en su situación. Una desconfianza explícita que corroe el crédito.

Hay varios ejemplos en la prensa económica. El italiano Il Sole 24 Ore abría el año 2011 con una noticia cuyo título hacía difícil su ignorancia: Il 2011 è l'anno della verità per le banche spagnole minacciate da 200 miliardi di perdite potenziali. El titular tiene una fuerza innegable. La novedad de la noticia, relativa. Esa falta de novedad no priva de importancia a esa crónica, que repite algo sobre lo que ya vienen informando otros medios influyentes, desde hace meses. The Wall Street Journal publicó en diciembre una crónica titulada de manera expresiva: The Spanish Front. Al igual que hizo Financial Times, haciéndose eco de las estimaciones que agencias internacionales hacían sobre el impacto que el negocio inmobiliario iba a tener sobre los resultados y recursos propios de bancos y cajas españolas: Spanish banks ‘require €17bn’.

No me parece, como mero lector, que la situación pueda continuar así por mucho tiempo. Ningún sistema financiero puede aguantar sucesivas muestras de desconfianza con relación a su situación real. Una de dos: o rectifican los informadores o … la pelota pasa a estar en el tejado de las protagonistas de la noticia y de los supervisores. La decisión del Banco de España no es sencilla, puesto que debe conjugar los principios de transparencia y de estabilidad. A favor de la vigencia del primero escribía un reciente artículo Lorenzo Bernaldo de Quirós [“El sistema  bancario … estúpido”, en ABC.Empresa (2 de enero, 2011), p. 9] abogando por un completo “reconocimiento de las pérdidas de las instituciones crediticias”. Resulta difícil no estar de acuerdo.

La transparencia forma parte del ordenamiento básico de nuestro sistema, pero además se ha convertido en una urgente necesidad ante la reiterada desconfianza que preside desde hace meses las referencias que se hacen a nuestras entidades de crédito. Alguno de los artículos reseñados más arriba,  señalan que la absorción por bancos y cajas de los efectos negativos del hundimiento inmobiliario tendrá lugar dentro de este trimestre. La responsabilidad inicial radica en sus gestores, responsables de formular esas cuentas.

Sin embargo, cuando la transparencia puede ser la confirmación de un problema generalizado o sistémico, la responsabilidad de las autoridades pasa por diseñar soluciones que faciliten que la transparencia contable se vea acompañada de una efectiva y completa recuperación de la confianza en la solvencia de nuestro sistema crediticio.  

Esto último no es sencillo. Menos aún en un nuevo marco de supervisión financiera, en el que por encima de los supervisores nacionales emergen las nuevas autoridades europeas (v. nota de prensa de 1 de enero de 2011), cuyas funciones han comenzado a ser ejercidas desde el pasado 1 de enero de 2011.

Madrid, 4 de enero de 2011